miércoles, 30 de diciembre de 2015

¿Lo fatal?

Supina y redundante agonía de vivir,
excelso carácter de aquel que es feliz
y no se pregunta por qué está vivo
ni por qué el preguntar no le es llamativo.

Imagino, a mi humilde parecer,
que no es la felicidad otorgada por el saber;
pero tampoco el desconocimiento da
la por muchos tan ansiada felicidad.

La felicidad debe ser esa utopía
que los ignorantes creen poseer,
y los sabios desisten sentir;

mas a mi criterio, la agonía,
trata por igual a cualquier ser,
sin ni su forma ni materia de otros distinguir.  

jueves, 26 de noviembre de 2015

Música y bienestar

Al eco del mundo silencia
de mis teclas el sonido,
como por arte de magia movido
si hay ausencia de su ausencia.

No es terrorífico, no asusta,
tranquilidad y fuerza transmitidas
son ahora mejor admitidas;
terminó la tensión adusta.

Si de la razón el sueño
monstruos nos produce,
este duermevela seduce
desde a las notas al dueño.

La inconstante constancia,
el mirar de las miradas,
el parecer de perfección.
Aires de basta elegancia,
ansias suspiradas,
imperfectas muertes de la razón.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Noche ineludible

Teníamos la certeza de que acabaría por pasar, pero, viendo que tras dos horas de cegada furia la tormenta no solo no amainaba, sino que iba adquiriendo intensidad, desistimos en nuestro ánimo de abandonar el mausoleo. El ruido del agua que caía incesantemente en el pequeño edificio de piedra resultaba casi adormecedor, de una monotonía soporífera, y que acabó por inquietar a más de uno.

Había sido a las siete cuando despertamos en medio de una oscuridad total. Éramos ocho, tumbados boca arriba en medio del cementerio, formando un círculo alrededor del mausoleo, marmóreo, viejo e imponente. Pocos instantes después de recobrar el conocimiento, aún sin habernos incorporado, la anaranjada luz de las antorchas llameaba dentro del monumento, cuyas puertas de roble estaban entreabiertas. 

La neblina que se deslizaba entre nosotros nos helaba el cuerpo y el ánimo. Nos levantamos como pudimos, y, sin haber decidido siquiera si era o no prudente, la tormenta se desató de forma brutal, así que todos corrimos al siniestro refugio del mausoleo y cerramos la puerta.

Nos acomodamos como pudimos en la estrechez de la antesala que daba a las catacumbas de una o varias familias acaudaladas, desconocidos propietarios del ahora vetusto y más que probablemente abandonado edificio.

-El tiempo pasa, los linajes se extinguen, las escrituras se traspapelan y al final el Estado acaba quedándose con las propiedades del cementerio. Siempre ha pasado, y así seguirá siendo.

 ¿Quién sabe qué personas están bajo nuestros pies? Nobles pretenciosos, burgueses opulentos, indignos herederos de títulos sin más propiedades que el hambre y el mausoleo, asesinos, cirróticos, desequilibrados mentales, gente trabajadora y humilde… ¿Quién sabe?

¿Acaso importa? ¿Alguien se había preocupado por ellos desde su muerte? ¿Había alguien recordado sus nombres? ¿Habían llorado su pérdida? Nada era relevante. Lo único que quedaba ya de esas personas era polvo en un ataúd y unas cuantas palabras grabadas en una deslucida placa de metal.

-La muerte y el olvido acaban por dominarlo todo. Siempre ocurre así.

Los niños, los viejos, distinguidas damas y apuestos donjuanes, todos habían dejado de ser hace muchos años.

-No se puede alterar esa verdad, es inevitable. Siempre llega.

No quedaba apenas llama en las casi consumidas antorchas.

-Es ineludible. Siempre acaba…

Con un leve suspiro, la luz se apagó.

-Siempre…

 Sentimos como la oscuridad pesaba, nos hundía y tiraba de nosotros hacia abajo. Nos conducía de vuelta a nuestros sepulcros. La noche había acabado. Nuestro tiempo había acabado. El alba iba a despuntar en el horizonte.

 Volvíamos a casa, volvíamos a morir.





domingo, 1 de noviembre de 2015

¿Un sueño?

Los sueños son raros pensamientos,
rebeliones de la mente 
cuando el cuerpo duerme
y tiene miedo de dormir,
así expresa su miedo,
su deseo de cruel necesidad.

De necesidad tal,
que sin el sueño liberador
la mente se repliega
y libera su locura,
tortura para el que duerme.

Odio y amo los sueños,
tanto como odio y amo la vida,
o como me odio y amo a mí mismo;
me da miedo, mucho miedo,
no quiero dormir,
no quiero dejar de soñar,
me da miedo no dormir,
empezar a soñar; me da miedo despertar
y seguir viviendo así.

Un bastión inexpugnable,
muralla de mayor solidez 
que las más duras rocas,
de mayor inflexibilidad 
que el acero más rígido,
indefenso al subconsciente
y cruelmente agresivo a la razón,
de bondadosa maldad
e indiferente preocupación.

-Eso es un sueño.

jueves, 29 de octubre de 2015

Invidente percepción

En lo alto de su torre, paciente aguarda
el tañer de las campanas de cristal,
y su figura gallarda
apenas esboza un deje especial.
Allá reside feliz y aisladamente,
ajeno a aquello que desde la altura
se escapa al ojo impertinente
que se atreve a informar a la figura.

Nada ni a nadie conoce,
tan sólo de la soledad el roce.

Al sonar por fin su música,
sueña que en un mar vuela
con un barco sin vela,
una estridencia anestésica.

Y se atreve a soñar,
mas nunca se atreve a bajar.
-Mañana- dice cada día-
caminaré por las calles,
por montañas y valles,
pero hoy no, no hoy.
Y, así a diario engañaría,
a su invidente percepción.

lunes, 26 de octubre de 2015

Impuesto solar

El sonido del tiempo

Un hombre se levanta de madrugada,
solo, no hay nadie más en la casa.
El corazón, angustiado, palpita vehemente;
el mundo de los sueños es terrorífico.
El hombre está asustado, sin saber por qué;
ya no recuerda su pesadilla,
ni siquiera sabe dónde está.
Recostado en el lecho, intenta pensar.

Poco a poco, se da cuenta;
es su cama, su habitación, su casa.
Eso no le hace sentir mejor.
Se levanta torpemente; le cuesta,
y con cojo andar, se dirige al baño.
El interruptor chasca y se hace la luz.
Avanza hasta el lavabo y se refresca.
Al coger la toalla le duelen las manos,
y los brazos se resienten al secarse.

Y al levantar la cabeza, mira al espejo,
y reconoce en el viejo su rostro.
Unos ojos de un azul pálido
se miran a si mismos con tristeza.
El tiempo ha hecho mella en él,
es el precio por su longevidad.
Una idea viene a su mente
pero la aparta enseguida, parpadea,
cierra los ojos con fuerza y suspira.

En el salón sólo se oye el sordo resonar
del reloj, colgado en la pared.
El tiempo, inexorable en su avance, 
le recuerda con cada ruido de las manecillas
que podría ser mañana,
que podría ser ahora.
Y más aterrado que un ignorante,
se sienta en el sillón a esperarla un día más.

martes, 1 de septiembre de 2015

Un lienzo

El cielo se tiñe en los tonos
que a bien tuvo en ofrecer el día,
busca en su faz la primera luz
que con tímida nubosidad se ruboriza,
pensando, quizá, que colores lucir.

Crecen demasiado las nubes;
hay que volver a pintar,
un toque aquí y otro allá,
con gracia, al azar,
dejando ver el azul, el blanco,
y al dorado deslumbrar.

Con pausada velocidad
plasma en su cuerpo la paleta,
amplia y satisfactoria,
que va agotando, aprovechando
y se oscurece al crepúsculo,
cuando el morado y el añil
desdibujan su contorno.

El naranja y el amarillo
han desaparecido ya,
la luz, arriba a la izquierda,
pálida cuasi circular
que resalta un azul oscuro,
negro, salpicado en blancos
pequeños y brillantes.

domingo, 30 de agosto de 2015

Estar vivo


Es maravilloso sentir que, cada célula de tu cuerpo,
cada molécula, cada átomo, se ponen de acuerdo
para que seamos lo que somos.
El ser una persona implica muchas responsabilidades,
la consciencia, la primera.

Soy consciente de que existo, de que siento dolor,
alegría, tristeza, miedo, placer y un sinfín de emociones,
de que puedo pensar, puedo imaginar y crear,
y soy consciente de que dejaré de existir.

Quizá por eso puedo reír y puedo llorar,
porque soy  una casualidad
en un universo de casualidades,
una más, pero única, como todas.

La imperfección nos moldea, nos inunda,
nos hace ser personas, y,
sí, nos equivocamos, muchas veces.

Pero quizá no las suficientes, después de todo. 

domingo, 12 de julio de 2015

Una pregunta

Odio muchas cosas, o quizá pocas.
No lo sé.
Me gustan demasiadas cosas, o, quizá no las suficientes.
No lo sé.
Tengo todo lo que necesito, quizá sí.
No lo sé.
Soy libre para hacer lo que me apetece hacer, puede ser.
No lo sé.
Puedo decir lo que quiera.
No lo sé.
En todo a todas horas.
No lo sé.
Nunca en nada.
No lo sé.
Me baso en mí mismo.
No lo sé.
Un poco de música.
No lo sé.
Quizá algo que no debería.
No lo sé.
Debería saberlo.
No lo sé.

¿En qué piensas?

domingo, 14 de junio de 2015

Un rayo de esperanza

Sea la noche de tal oscuridad,
tápense las estrellas con un velo
tan negro como lo aguante el cielo;
que aún así veré yo la claridad.

Sea tóxica la humana vanidad,
que muestre por si misma un gran recelo
y domine la situación al vuelo;
que yo perdonaré su mezquindad.

Nadie sepa nada de su pasado,
de un futuro, intrigante porvenir,
y esté todo el mundo hastiado

de este raro soñar que es el vivir;
que en el mundo vivido y soñado
con ánimo a todos invito a seguir.

martes, 2 de junio de 2015

Una lucha desigual

Entre ramas deshojadas y, muerta ,
lucha con Cupido un alma en pena,
terrible batalla al mundo ajena
en tanto que la tomamos por cierta,

y viéndose tan escasa la oferta
de salir libre el alma de condena,
átala ya el niño a una cadena,
quedando vencedor de la reyerta.

¿Tan ingenuos somos que aún pensamos
que solos al amor podemos dominar,
y así a un bravo amor nos enfrentamos?

Tal estupidez no deja de asombrar
a todos los que amores empezamos
sin saber luego como se han de cerrar.

viernes, 29 de mayo de 2015

El lamento de la Parca

Tristes aquellos que alzan la mirada 
dejando sin su luz a un nuevo día 
y buscando a la desesperada
la luz de un triste cielo;
que no hallan más consuelo 
que dejar a un lado su alegría.


Triste aquel que huirme intenta 
y se engaña con vanos presentes,
pensando en si a la vida tienta 
y creyéndose triunfador;
que no llega al estertor 
de ver colgar sus miembros inertes.


Triste el que, por vivir, la vida deja 
en manos de un vivir menos bueno
que en ríos caudalosos se aleja,
de sangre que ya no fluye 
cuando la pena destruye 
un mal lamento que yo ya no peno.


Triste el que por gatos cría a leones
y no encierra en jaula a su gato,
que al verlos crecer queda sin razones;
pues su gato no era tal
sino un tigre que creció mal;
mas no quiere verlo por insensato.


El ser, un inconsciente concienciado,
un valiente con nombre de cobarde,
breve vuelo claro y embrollado,
que su rostro oculta en sombra
pues allí nadie lo nombra;
triste, este, ya no hace alarde.


¿Quién es quien este verso escribe 
en un cielo sin azul,
y en suaves sábanas de tul
acostado a la muerte recibe?



Viven, viven ajenos a su final,
y poco saben de su propia muerte:
cerca de un lago, en la cresta del mal,
en mi cátedra de hueso, 
sentada espero el grueso
de una vida que descansa, con suerte.


Viven con temor a mi siniestro ser,
con encanto hay quien alaba mi bondad,
pues cierro unos ojos que miran sin ver; 
y a este, que mi filo apura
tajo y siego su locura;
así es como me gano su lealtad.


Viven, apenas saben por qué lo hacen,
pero sin saberlo su vida siguen
porque a mi vitalidad no abracen;
viven en una mentira 
que a ser verdad aspira;
y en estas, la vida se pasa; viven.


Vive el que cuenta con poder y sin ley,
el que se halla con ley y sin poder,
de lejanas tierras un pomposo rey,
quien gana unos comicios,
el que ya no tiene vicios,
ese niño que no deja de crecer.


Parece que no es agradable el vivir,
ese mundo equiparable al sueño;
todos se mueren por conmigo venir,
y me llevo agradecido
a todo aquel que ha venido,
sin su mundo quedó, sin su dueño.


¿Quién es quien se queda a la otra orilla 
de un mar tan impetuoso,
y domina, poderoso
lo que por ser vetusto ya no brilla?



En ráfagas de un aire huracanado
se tornan los leves vientos sin maldad;
en pestilente y hediondo pantano 
se convierte aquel cristal, 
el lago de un río caudal 
que circulaba con majestuosidad.


En un susurro que nadie pronuncia
queda todo aquel saber antiguo,
quien no lo sabe a saberlo renuncia
pues ya no está quien lo sabía,
y con ciegos ojos guía 
futuro tan incierto como ambiguo.


En una noche con luna y sin su luz,
que tampoco cuenta con las estrellas, 
oscuridad de una seca testuz
de palidez tan malvada,
luce sólo bosquejada
en papeles ocultos y sin huellas.


En un tortuoso camino de sal
se vuelven las sendas de todo el mundo,
sólo quedan como mapa conceptual 
las ideas olvidadas,
y con sus hojas aladas
se dirigen al sueño más profundo.


Se atreve a ser posible necesidad, 
dejar el término inapelable;
sólo si alguien apreciase mi beldad, 
tendría la imprudencia 
de olvidarme la decencia,
y hacer del final un fin deseable.


¿Quién es quien mi pena escucha,
y le presta tal atención 
que al límite de esta canción,
de nuevo me silencia y me encapucha?

martes, 26 de mayo de 2015

Mayo...se nos fue...

Un famoso romance, el romance del prisionero, dice:

Que por mayo era, por mayo, 
cuando hace la calor, 
cuando los trigos encañan 
y están los campos en flor, 
cuando canta la calandria 
y responde el ruiseñor, 
cuando los enamorados 
van a servir al amor; 
sino yo, triste, cuitado, 
que vivo en esta prisión; 
que ni sé cuándo es de día 
ni cuándo las noches son, 
sino por una avecilla 
que me cantaba el albor. 
Matómela un ballestero; 
déle Dios mal galardón.


¿Mayo ha sido un buen mes? Bueno, depende del día, como todos los meses. El mejor del año seguramente para mí no, pero para alguien igual sí.

Romance del preso
Que al final no fue por mayo, 
cuando hizo la calor, 
que los trigos no encañaron
ni están los campos en flor, 
no nos cantó la calandria 
ni respondió el ruiseñor, 
que ya los enamorados 
no van a servir al amor.
Sino yo, triste, cuitado, 
que no muero en esta prisión; 
pero sé cuándo es de día 
y cuándo las noches son;
y no por una avecilla 
que me cantaba el albor. 
Cazómela un ballestero; 
me da Dios mal galardón.

Más bien algo así.

Cosas buenas y malas ha tenido, y ahora toca arrancar una hoja del calendario y ver que nuevas nos depara el mes de junio.

jueves, 21 de mayo de 2015

Aprender: una palabra que nos viene grande

Es difícil aprender ciertas cosas. Y es que el mejor método para hacerlo es, a partir de un error, tomar consciencia de la causa del fallo e intentar evitarlo en futuras situaciones. 
Aprender. Es muy fácil decir que de los errores se aprende, y esto funciona bastante bien. Pero hay que verse en la situación. 
No se puede desprestigiar a una persona porque cometa un error, nadie escapa a cometerlos. La complicación surge cuando se comete de forma reiterada e inapelable un error tras otro. 
A veces, la mayoría, aprendemos efectivamente de nuestras equivocaciones, pero puede y suele pasar que después de un error grave, importante, nuestra mente se bloquea. Tras esto, la más mínima complicación se nos hace un mundo, y nos ahogamos en un vaso de agua (que puede incluso estar vacío. Una de las desventajas de la inteligencia es que pensamos demasiado cosas que pueden ser un mero producto de nuestra mente).
Y se tarda un tiempo en volver a organizarse y recuperar el control del cuerpo. Hay gente que no se recupera nunca. Pero los que sí lo hacen terminan aprendiendo, objetivo principal de la existencia humana.
¿Quién es más listo, el que es más inteligente o el que de más errores ha aprendido? Es cierto que de los errores se aprende, pero la persona que es suficientemente hábil como para evitar equivocarse, de igual forma ha aprendido. 
En resumidas cuentas, de los errores se aprende, y no podemos vivir con un miedo constante a equivocarnos, pero la cautela y la astucia son también necesarias. Nunca dejaremos de asimilar ideas y conceptos, así que algún día quizá aprendamos una forma mejor de aprender.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Epitafio de un hombre solo

Fernando González Hebrea 
12/7/1948 - 20/5/2015

"Quien vive en soledad, 
gustoso recibe la compañía de la muerte"

D.E.P.

martes, 19 de mayo de 2015

Relato: Carta de un hombre solo

Aunque le puse cadenas, barrotes y demás parafernalia, aunque lo oculté en lo más profundo y le puse un manto de oscuridad, me caía simpático. Después de una conversación con una persona a la que en su día cautivó, empecé a tenerle miedo. Y doblé las medidas antiescape.
Nada debería haber salido mal, nada podría haber salido mal, pero, yo sabía que acabaría escapando. Y tuvo dos semanas de agitación, pero no salió. Fue justo cuando las cosas frenaron, cuando dio el golpe que rompió todo, y escapó.
Me podría esperar (como así era) que acabaría saliendo, aunque nunca diría que en ese momento.
Y aunque en el fondo sabía que estaba suelto, hice como si no pasase nada.
Y mentí. Dije cosas que no eran ciertas. Dije que no me importaría renunciar a cosas que me gustaban, y me dolió renunciar (aunque lo haría una y mil veces si supiese que así lograba la felicidad de quien también tomó parte).
Dije que no era un ansioso, que no era impaciente, y lo estoy siendo.
Dije que mis ansias eran por la novedad, pero parece que no eran por eso.
Dije que era sólo una obsesión, y no estoy seguro de que no fuera en parte obsesión, pero no lo era en exclusiva.
Y descubrí que tenía armas, y que eran buenas.
Y apenas empezaba a hacerme a la idea de todo esto cuando escapó.
En efecto, me enamoré. Como un tonto. Como un loco. Como un animal que lleva mucho encerrado y se escapa. Y quiere ver el mundo, y probar cosas. Y se enfada, se revuelve, llora y enloquece si tiene que volver a su jaula.
Y la veo. Y me quedo embobado mirando su piel, tan suave, los ojos que guardan la mirada más bonita del mundo, su dulce boca, su cuello...Y me muero por lanzarme a probarlo, y quedarme horas y horas abrazado a ese cuerpo, protegiéndolo de todo y sin pensar en nada más que en ella...
Y me mata saber que no puede ser. Y lo pienso mucho, demasiado. Y me duele tener que olvidar que tengo sentimientos. Y me ofende saber que pensaba que no caería, que mi mente era fuerte.
¡Que absurdo!, llegué incluso a pensar en un futuro juntos. Si ya ni siquiera me devuelve la mirada... Invisible permanezco a sus ojos, que aunque asemejan ser de fuego, con indiferente frialdad apenas se posan en mí si le hablo.
Y a pesar de esto, para cada catorce de febrero, las tiendas se llenan de rosas, rojos, corazoncitos de papel, y tupidos ramos de vivas flores que no tardarán por marchitarse.
Y valiente idiota aquel que no cree en el amor... A mi entender debe ser la persona más feliz del mundo.
No puedo asegurar que mejore, si bien con seguridad el tiempo hará su efecto sobre mí. Pero pueden pasar dos cosas, o me olvidaré de ella, o cada vez estaré más obsesionado.
Me he cansado de esperar. Estoy mayor para estas tonterías. Y no voy a esperar más.

De modo, señor juez, que ahí tiene mis motivos, saque usted sus conclusiones. Diga que lo siento a todo aquel que me tuviese aprecio, que ya no podía más. Y despídase por mí de la familia que me queda, a mí se me ha hecho imposible decirles nada.

F.G.H.

¿Un comienzo o un final?

¿Quién puede decir que toma la puerta que quiere tomar?
En este mundo es difícil darse cuenta de lo que hacemos hasta que lo hacemos.

La reflexión esencial


¿Soy libre? Si nadie me ata, ¿por qué no soy libre? Quiero escapar, y sin embargo no dejo de querer estar preso. ¿Es así la condición humana, tan cruel? ¿Por que aún en el dolor se quiere al arma que nos hiere?
Es obvio que no hay ningún dios. De haberlo, se asumen dos cosas; una, es perfecto, y dos, nos hizo a su imagen y semejanza. Y de estar hechos a su imagen y semejanza, dios sería cómo nosotros: imperfecto. Esto desmonta la teoría.
La no perfección, es, a su modo, algo tan bonito... Todo es perfectamente distinto a cuanto lo rodea. No darse cuenta de esto es el primer error que puede cometer una persona, y uno de los más difíciles de subsanar. 
Cuando uno da por sentado que existe la perfección, está poniendo un límite, una barrera a partir de la cual ya no hay nada que hacer, nada que añadir. ¿Y hay algo más estúpido que vallar la creatividad y la imaginación? 
Pasen y vean.