jueves, 29 de octubre de 2015

Invidente percepción

En lo alto de su torre, paciente aguarda
el tañer de las campanas de cristal,
y su figura gallarda
apenas esboza un deje especial.
Allá reside feliz y aisladamente,
ajeno a aquello que desde la altura
se escapa al ojo impertinente
que se atreve a informar a la figura.

Nada ni a nadie conoce,
tan sólo de la soledad el roce.

Al sonar por fin su música,
sueña que en un mar vuela
con un barco sin vela,
una estridencia anestésica.

Y se atreve a soñar,
mas nunca se atreve a bajar.
-Mañana- dice cada día-
caminaré por las calles,
por montañas y valles,
pero hoy no, no hoy.
Y, así a diario engañaría,
a su invidente percepción.

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