martes, 19 de mayo de 2015

Relato: Carta de un hombre solo

Aunque le puse cadenas, barrotes y demás parafernalia, aunque lo oculté en lo más profundo y le puse un manto de oscuridad, me caía simpático. Después de una conversación con una persona a la que en su día cautivó, empecé a tenerle miedo. Y doblé las medidas antiescape.
Nada debería haber salido mal, nada podría haber salido mal, pero, yo sabía que acabaría escapando. Y tuvo dos semanas de agitación, pero no salió. Fue justo cuando las cosas frenaron, cuando dio el golpe que rompió todo, y escapó.
Me podría esperar (como así era) que acabaría saliendo, aunque nunca diría que en ese momento.
Y aunque en el fondo sabía que estaba suelto, hice como si no pasase nada.
Y mentí. Dije cosas que no eran ciertas. Dije que no me importaría renunciar a cosas que me gustaban, y me dolió renunciar (aunque lo haría una y mil veces si supiese que así lograba la felicidad de quien también tomó parte).
Dije que no era un ansioso, que no era impaciente, y lo estoy siendo.
Dije que mis ansias eran por la novedad, pero parece que no eran por eso.
Dije que era sólo una obsesión, y no estoy seguro de que no fuera en parte obsesión, pero no lo era en exclusiva.
Y descubrí que tenía armas, y que eran buenas.
Y apenas empezaba a hacerme a la idea de todo esto cuando escapó.
En efecto, me enamoré. Como un tonto. Como un loco. Como un animal que lleva mucho encerrado y se escapa. Y quiere ver el mundo, y probar cosas. Y se enfada, se revuelve, llora y enloquece si tiene que volver a su jaula.
Y la veo. Y me quedo embobado mirando su piel, tan suave, los ojos que guardan la mirada más bonita del mundo, su dulce boca, su cuello...Y me muero por lanzarme a probarlo, y quedarme horas y horas abrazado a ese cuerpo, protegiéndolo de todo y sin pensar en nada más que en ella...
Y me mata saber que no puede ser. Y lo pienso mucho, demasiado. Y me duele tener que olvidar que tengo sentimientos. Y me ofende saber que pensaba que no caería, que mi mente era fuerte.
¡Que absurdo!, llegué incluso a pensar en un futuro juntos. Si ya ni siquiera me devuelve la mirada... Invisible permanezco a sus ojos, que aunque asemejan ser de fuego, con indiferente frialdad apenas se posan en mí si le hablo.
Y a pesar de esto, para cada catorce de febrero, las tiendas se llenan de rosas, rojos, corazoncitos de papel, y tupidos ramos de vivas flores que no tardarán por marchitarse.
Y valiente idiota aquel que no cree en el amor... A mi entender debe ser la persona más feliz del mundo.
No puedo asegurar que mejore, si bien con seguridad el tiempo hará su efecto sobre mí. Pero pueden pasar dos cosas, o me olvidaré de ella, o cada vez estaré más obsesionado.
Me he cansado de esperar. Estoy mayor para estas tonterías. Y no voy a esperar más.

De modo, señor juez, que ahí tiene mis motivos, saque usted sus conclusiones. Diga que lo siento a todo aquel que me tuviese aprecio, que ya no podía más. Y despídase por mí de la familia que me queda, a mí se me ha hecho imposible decirles nada.

F.G.H.

No hay comentarios:

Publicar un comentario