Cerca del Duero, pero no seguido,
en un pueblo de Tierra de Pinares,
sombra de monte y estaciones pares,
hasta donde sé, siempre he vivido.
Por sus calles no hay gozo fingido:
del lechazo churro a los ajuares,
desde la resina hasta los bares,
la función todos a brazo partido.
Piedras, majuelos, las peñas y lumbre,
poca misa, hielo y calor mucho;
estoy en cada día y costumbre.
Mi patria, pequeña, apenas sucucho,
se ve toda desde el roble en la cumbre.
Pero es la que amo y por la que lucho.
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