A menudo me dicen que soy callado,
porque no hablo para llenar el
silencio,
pues intento comprender, y
diferencio
entre lo que oigo y lo que se ha
hablado.
Procuro huir de ese ruido
trasnochado
que en algunas riñas vacías
presencio;
con este irónico callar, que
reverencio,
al ruido, al menos, jaleo no añado.
Pienso en caliente y después hablo
en frío,
como un gato que persigue a su
presa;
hacerlo al contrario es algo vacío.
Mi mente sale de costumbre ilesa,
y mientras serio y silente me río,
noto que muere el barullo, que
cesa.
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