Dulces cantares resuenan
de la más música serena,
con la caída repentina
en aplicada constancia,
líquida, fragante y mullida,
a la madura luz del día.
Se derrama el verde,
laderas abajo inunda;
su presencia abunda,
volviendo a crecer fuerte.
Secas hierbas se empapan
de su ocre y dorado color,
al viento movidas en danza
de amarillento rubor.
Entre un viraje sonoro
que inunda en silencio el recodo
del agua en tromba,
me hallo a la sombra.
Cuán precioso el tiempo
se detiene a beber
en tus orillas.
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