domingo, 9 de febrero de 2020

Temo lo que no sé

En uno de esos despertares
en los que retumban los niños
jugando en el recreo
y las señoras compran el pan,
seguirá durmiendo, y mirando,
el tañido de las campanas.

La tierra llama con sus fuerzas,
el colchón más grande come,
y desarma poco a poco,
y se moja, siempre y cuando
las lluvias se dejan caer
por entre sus cuatro esquinas.

Calmado, un buen trabajo
simplemente realizado
con abundancia de sudor,
al temple de los derechos
que soportan las manos,
empuñará sus armas finales.

Serán las visiones envidiosas
y toscas, espontáneas raciones
de odio condensado,
el amor por los actos y las deudas,
serán venas circulando,
serán frutos nuevos.

Al calor del invierno y sus amigos
cuelgan unos calcetines
rellenos de serrín y astillas,
claro retrato del verbo
que con técnica se amolda
a sus posibles significados.

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