Yo soy la lluvia y
el fuerte viento
que cala las
calles y las aceras,
estando mi ser
mojado y sediento.
Humedeciendo
tierras y maderas
sobrevivo muriendo
poco a poco,
me voy y vuelvo,
lleno calaveras.
Del invernal
suspiro que yo troco
en espasmos lentos
y mundanales,
su pronta venida
también provoco.
Por los nuevos y
rápidos canales
corre mi misma
esencia sacudida,
postreras
exhalaciones letales.
Estoy y no estoy
ya en esta vida,
me desprendo de la
vacua impresión
que me causa la
vista elegida.
Con la furia de
esta rebelión,
leo letras
humeantes y secas,
algunas de estas
no sin aversión.
Aquellas bellas
buenas tardes huecas
de maldad convulsa
y sin revuelo,
pasaron como
anuncios de muñecas.
Yo soy el triste
tiempo, el anhelo,
los campos que
ahora palidecen,
las nubes que
circulan por el cielo
y me precipitan
mientras decrecen.
La realidad quieta
que me abruma,
partes que
palpitan y se ofrecen,
a todo lo que a
ella le suma,
me compongo a su
vez yo mismo
de la espadaña y
de la pluma.
Noto que la mirada
que el abismo
dirige hacia mí,
como la mía,
alcanza cruenta un nuevo pesimismo.