En uno de esos despertares
en los que retumban los niños
jugando en el recreo
y las señoras compran el pan,
seguirá durmiendo, y mirando,
el tañido de las campanas.
La tierra llama con sus fuerzas,
el colchón más grande come,
y desarma poco a poco,
y se moja, siempre y cuando
las lluvias se dejan caer
por entre sus cuatro esquinas.
Calmado, un buen trabajo
simplemente realizado
con abundancia de sudor,
al temple de los derechos
que soportan las manos,
empuñará sus armas finales.
Serán las visiones envidiosas
y toscas, espontáneas raciones
de odio condensado,
el amor por los actos y las deudas,
serán venas circulando,
serán frutos nuevos.
Al calor del invierno y sus amigos
cuelgan unos calcetines
rellenos de serrín y astillas,
claro retrato del verbo
que con técnica se amolda
a sus posibles significados.
Reflexiones de una mente enferma de vida
domingo, 9 de febrero de 2020
miércoles, 4 de diciembre de 2019
Elegía a la lluvia
Yo soy la lluvia y
el fuerte viento
que cala las
calles y las aceras,
estando mi ser
mojado y sediento.
Humedeciendo
tierras y maderas
sobrevivo muriendo
poco a poco,
me voy y vuelvo,
lleno calaveras.
Del invernal
suspiro que yo troco
en espasmos lentos
y mundanales,
su pronta venida
también provoco.
Por los nuevos y
rápidos canales
corre mi misma
esencia sacudida,
postreras
exhalaciones letales.
Estoy y no estoy
ya en esta vida,
me desprendo de la
vacua impresión
que me causa la
vista elegida.
Con la furia de
esta rebelión,
leo letras
humeantes y secas,
algunas de estas
no sin aversión.
Aquellas bellas
buenas tardes huecas
de maldad convulsa
y sin revuelo,
pasaron como
anuncios de muñecas.
Yo soy el triste
tiempo, el anhelo,
los campos que
ahora palidecen,
las nubes que
circulan por el cielo
y me precipitan
mientras decrecen.
La realidad quieta
que me abruma,
partes que
palpitan y se ofrecen,
a todo lo que a
ella le suma,
me compongo a su
vez yo mismo
de la espadaña y
de la pluma.
Noto que la mirada
que el abismo
dirige hacia mí,
como la mía,
alcanza cruenta un nuevo pesimismo.
lunes, 25 de noviembre de 2019
Mis silencios
A menudo me dicen que soy callado,
porque no hablo para llenar el
silencio,
pues intento comprender, y
diferencio
entre lo que oigo y lo que se ha
hablado.
Procuro huir de ese ruido
trasnochado
que en algunas riñas vacías
presencio;
con este irónico callar, que
reverencio,
al ruido, al menos, jaleo no añado.
Pienso en caliente y después hablo
en frío,
como un gato que persigue a su
presa;
hacerlo al contrario es algo vacío.
Mi mente sale de costumbre ilesa,
y mientras serio y silente me río,
noto que muere el barullo, que
cesa.
lunes, 18 de noviembre de 2019
¿Quién sabe?
Quizá,
de exasperantes furias intensas
sea
recorrido el espacio circundante,
con
trabajosa rabia enardecida,
que
lleva de la puerta al escritorio.
Quizá
pueda la voluntad ominosa
de
la mente que por dentro me habita
domeñar
la desidia de mis miembros
hacia
lugares aun inexplorados.
Quizá
con penosa calma aparente,
vengue
en la noche las horas
de
sueño vacío y vueltas entre sábanas
con
los ojos cerrados de par en par.
Quizá
la luz titilante y etérea
se
propague tenebrosa por los muebles,
bolsas
con telas y pinturas,
a
la espera de poder apagarse.
Quizá
haya muescas extendidas
por
toda piel lívida de mi cuerpo
que
no lleguen nunca a cicatrizar
ni
tampoco a infectarse demasiado.
Quizá
persiga en vano a fantasmas
que
jamás murieron del todo,
incendiarias
almas resistentes
en
su inexpugnable fortaleza liviana.
Quizá
redacte, con miedo a mis ojos,
versos
delicados y terribles,
e
intente con desesperada resignación
censurar
de antemano mis palabras.
Quizá,
la llegada de los rosados
dedos
nubosos de Eos y ese frío que
revolotea
en cada obstinada aparición
de
la diosa me redima un poco.
Quizá
el bullicioso cantar de los gorriones,
que
en estos días a reunirse empiezan
sobre
árboles sobrios y húmedos tejados,
sea
perpetuamente quedo y audible.
Quizá
mi concepción romántica y barroca,
mi
melancólica visión de poeta,
lo
pretencioso y ofensivo de mi ambición
multidisciplinaria, no sea para tanto.
Quizá
el pathos que rige de base
mi
música, pintura, escritos; mi vida,
exista
fuera de los retorcidos límites
de
las circunvoluciones de mi seso.
Quizá,
como Poe dejó escrito,
hay
en el corazón del más valiente
cuerdas
que no pueden ser tocadas
sin
despertar intensas emociones.
Quizá
pueda, sin la vergüenza que
me
consume, sentirme libre de ser
digno
heredero de todo arte cuánto
hasta
ahora me ha precedido.
Quizá
algo aporte a la belleza extraña
del
cuerpo desnudo de los humanos
mi
amorosa intención empedernida,
mi
despreocupada obsesión por la carne.
Quizá
el atento cuidado embrutecido
de
azadones y rastrillos a mi huerto,
me
ponga los pies en la tierra flemática
que
algún día habré de alimentar.
Quizá,
desdeñosas, las estaciones
dejen
algún rastro provechoso
a
su constante y acostumbrado paso
por
la película que protagonizo.
¿Y
quién, salvo quizá yo mismo,
puede
rebatir, o confirmar siquiera,
alguna
de estas opulentas suposiciones
hechas
en la oscura madrugada?
miércoles, 13 de noviembre de 2019
La fábula del sabio
Érase, hace al menos tantos años
como cinco elevado a dos pi (o quizá no tanto), que en un pueblo muy pequeño
vivía un hombre de mediana edad. El tipo, de familia humilde pero muy avispado,
había ido desarrollando un halo de cultura a su alrededor, tanto así que era
considerado una figura de referencia en el lugar. Siempre que se prefería
desfacer un entuerto de manera no violenta, los implicados en el caso se
apresuraban a acudir al encuentro del susodicho hombre. Las gentes, pobres
campesinos en su mayoría, alababan su buen hacer y procuraban recompensarle de
alguna manera, generalmente con comida o algún menaje hermoso, pero de cuando
en cuando le caían algunas monedas en el puño. A fuerza de resolver conflictos,
el hombre adquirió pronto la suficiente independencia económica como para dejar
de trabajar la tierra y dedicarse a tareas más elevadas. A sus acostumbradas
mediaciones se añadieron charlas y consejos, explicando a quien tuviese a bien
de escucharle el proceder en cualesquiera asuntos.
Este modo de vida le procuró en el
pueblo y toda la zona próxima el apelativo de sabio; siempre tenía
explicaciones para la situación a enfrentar, y la gente siempre quedaba compensada.
Poco a poco sin embargo, la gente, que empezó a no resultar tan satisfecha, dejó
de prestarle atención, y, vista la reducción de su jornal, decidió ir a la
ciudad a probar suerte. Allí nadie lo escuchaba tampoco, a pesar de presentarse
como un sabio que había ayudado a mucho con su ciencia, pero cierto día,
tropezó en la calle con un librero que se encontraba tirado en el suelo. El
librero le pidió ayuda, ya que se encontraba enfermo, y el sabio, también necesitado,
le preguntó si podría recompensarle de alguna manera. El librero, desesperado,
le prometió todos sus bienes si le llevaba a casa y cuidaba de él.
El hombre así lo hizo, llevó al
librero a la trastienda de su librería, donde hacía vida, y siguiendo los
procederes que antaño usó con sus convecinos, le habló al enfermo sobre
remedios para el mal que lo aquejaba. Esa misma noche, murió. Se quedó el sabio
pues, con todo lo que en la tienda había, pero pronto descubrió que allí no
había comida y apenas unas monedas en la caja; solo había libros, montones de
libros. Decidido a aprovechar la oportunidad que la vida le había puesto en las
manos, renovó como pudo el comercio y uno tras otro fue vendiendo todos los
volúmenes que llenaban las estanterías. A cada cliente le hablaba maravillas
sobre el libro que quería vender de un modo tan convincente que en pocos meses
había vendido todos. Todos menos uno, que por algún motivo nadie quiso comprar.
Ya que había ganado lo suficiente para pasar una temporada desahogadamente,
dejó el libro allá donde siempre estuvo y se dedicó a llevar un buen ritmo de
vida, aunque quizá demasiado sibarita, puesto que mucho antes de lo que había
previsto se quedó de nuevo sin posibles.
Desesperado, sin saber qué hacer,
la suerte lo fue a buscar una vez más. Un noble extranjero muy rico, que había
buscado en mil lugares, sin éxito, un manuscrito antiguo sobre alquimia, entró
a la librería. Preguntó al sabio si disponía del libro, prometiéndole una buena
suma por él. Este, raudo, mostró al noble el único libro del que disponía. Era,
efectivamente, el volumen que el hombre buscaba, pero de tan antiguo resultaba
totalmente ilegible. El noble, apesadumbrado se disponía a abandonar la tienda
cuando el sabio le preguntó el porqué de su interés en el libro. Explicó
entonces que era de vital importancia conocer el elixir de la eterna juventud,
puesto que su hija se hallaba presa de una extraña enfermedad, que ningún
galeno conseguía explicar y menos curar, que la hacía envejecer a un ritmo
antinatural.
El sabio, viendo que era una
extraordinaria ocasión de sacar un cuantioso provecho, se ofreció a asistir a
la muchacha él mismo, conocedor, dijo, de los secretos de todos cuantos libros
hubiese habido en su biblioteca. El noble, entusiasmado, emprendió con el sabio
rumbo a su hogar y le presentó a su hija. El sabio, convencido de poder curarla
fácilmente, le dio unas mezclas de su propia elaboración, que al principio
dieron vitalidad a la muchacha, pero que le segaron la vida al cabo de una
semana. Furibundo, el noble lo apresó para condenarlo, previsiblemente a
muerte.
Escapó por poco y regresó como pudo
a su pueblo de origen. Al llegar, muchos de sus conocidos, que lo echaban ahora
en falta para que resolviese sus problemas como antaño hizo, acudieron con
alegría para preguntarle por sus viajes y para pedirle consejo. El sabio, resentido
consigo mismo, pidió un azadón y un trozo de tierra para labrar, ya que desde
ese día no daría un consejo más, y exigió que a partir de entonces no lo
llamasen sabio sino bobo.
Si opinas de lo que no sabes lo mismo aciertas,
pero igual te llevas una buena hostia.
miércoles, 6 de noviembre de 2019
Es sueño hoy...
Las horas del reloj se me aceleran
encerradas en cúpula de cristal,
se me vuelcan en el barro,
con un intenso desgarro
los ojos a mi vista no toleran;
se convierten sus agujas en puñal.
El frío oscuro de la noche beso
con los labios húmedos de otra gente,
la ventana sigue abierta
y cerrada está la puerta,
me cala el espíritu y el hueso
el intenso vaivén de la corriente.
Con miedo mi alma coso y cauterizo
por si acaso algún día se desgasta;
tú expectante me buscabas
con los ojos y gritabas
en un silencio flamante y castizo
hecho de mi ser y su misma pasta,
de toda mi sangre una llamada,
un vendaval de la carne viva,
mi lirismo, mi alma toda
se rebela y me incomoda
aun estando con alambres bordada
y apenas a cenizas reducida.
En lo hondo de los abismos quietos
dentro de templos viejos en penumbra,
hay tenue una luz pequeña
que me guía y que pergeña
el sólido encierro de mis secretos;
y aunque me protege y acostumbra,
no se templa el caballo desbocado
que tira del nervio de mis tendones
con la fuerza de mil ríos,
terco empeño en sus desvíos,
pues me tiene él a mí a su cuidado
y son al cabo mías sus razones.
encerradas en cúpula de cristal,
se me vuelcan en el barro,
con un intenso desgarro
los ojos a mi vista no toleran;
se convierten sus agujas en puñal.
El frío oscuro de la noche beso
con los labios húmedos de otra gente,
la ventana sigue abierta
y cerrada está la puerta,
me cala el espíritu y el hueso
el intenso vaivén de la corriente.
Con miedo mi alma coso y cauterizo
por si acaso algún día se desgasta;
tú expectante me buscabas
con los ojos y gritabas
en un silencio flamante y castizo
hecho de mi ser y su misma pasta,
de toda mi sangre una llamada,
un vendaval de la carne viva,
mi lirismo, mi alma toda
se rebela y me incomoda
aun estando con alambres bordada
y apenas a cenizas reducida.
En lo hondo de los abismos quietos
dentro de templos viejos en penumbra,
hay tenue una luz pequeña
que me guía y que pergeña
el sólido encierro de mis secretos;
y aunque me protege y acostumbra,
no se templa el caballo desbocado
que tira del nervio de mis tendones
con la fuerza de mil ríos,
terco empeño en sus desvíos,
pues me tiene él a mí a su cuidado
y son al cabo mías sus razones.
martes, 5 de noviembre de 2019
Copla antifascista
Ante el ruido de las voces
y las ansias de engañar,
contra sus brutales coces,
hoy y siempre hay que pensar.
A los débiles, odiando,
pueden intentar conseguir
ir sus maneras guiando
contra su forma de vivir.
Un mensaje lisonjero
que culpa siempre a "otros"
de su penar pasajero,
pensando solo en votos;
no correrá este drama
por las sendas de mi mente,
no ganará por mí fama
su discurso pestilente.
Niegan lo obvio, ensalzan
unos absurdos sentires
que construyen y realzan
la patria sin porvenires,
que odia y se retuerce,
que mata a sus hermanos,
que tramposa siempre vence
con sus cánticos profanos.
Sitio viejo que no existe,
"su" bandera teje y corta,
a los buenistas embiste
y solo rencor aporta.
A aquellos que esto crean,
si los llamas por su nombre,
se ofenden y recrean
en su grotesco descombre.
Estos fascistas rabiosos,
gente de bien, bien armada,
cobardes y temerosos
contra su patria amada,
son los más antisistema.
¿Demócratas? Infiltrados.
Raza única y suprema,
amables y acomodados,
supuran crueles venenos,
trabajan en diferido,
amenazan muy serenos
a quien no forma su nido.
Siempre me tendrán enfrente
los que del mal son puristas,
los que odian al diferente,
los fascistas.
y las ansias de engañar,
contra sus brutales coces,
hoy y siempre hay que pensar.
A los débiles, odiando,
pueden intentar conseguir
ir sus maneras guiando
contra su forma de vivir.
Un mensaje lisonjero
que culpa siempre a "otros"
de su penar pasajero,
pensando solo en votos;
no correrá este drama
por las sendas de mi mente,
no ganará por mí fama
su discurso pestilente.
Niegan lo obvio, ensalzan
unos absurdos sentires
que construyen y realzan
la patria sin porvenires,
que odia y se retuerce,
que mata a sus hermanos,
que tramposa siempre vence
con sus cánticos profanos.
Sitio viejo que no existe,
"su" bandera teje y corta,
a los buenistas embiste
y solo rencor aporta.
A aquellos que esto crean,
si los llamas por su nombre,
se ofenden y recrean
en su grotesco descombre.
Estos fascistas rabiosos,
gente de bien, bien armada,
cobardes y temerosos
contra su patria amada,
son los más antisistema.
¿Demócratas? Infiltrados.
Raza única y suprema,
amables y acomodados,
supuran crueles venenos,
trabajan en diferido,
amenazan muy serenos
a quien no forma su nido.
Siempre me tendrán enfrente
los que del mal son puristas,
los que odian al diferente,
los fascistas.
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